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¿Qué dicen los búhos?

QUINTA EDICIÓN | 06 OCTUBRE, 2021

Escasez de AGUAH

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El agua es esencial para la vida. Nuestros cuerpos están compuestos por alrededor de un 70 % de agua. En promedio, el cuerpo humano puede sobrevivir varias semanas sin alimento, pero solo puede sobrevivir unos cuantos días sin agua. Es natural desear que todos tengamos una fuente constante, limpia y segura de este vital liquido. Tal vez es por eso por lo que en la opinión popular vemos el suministro de agua potable y saneamiento como un derecho humano. Al fin y al cabo, tenemos una fuente abundante en este planeta.

J. Javier González Gtz.

Doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Actualmente es Profesor en el Departamento de Economía de la Universidad de Sonora.

por J. Javier González Gtz.*

Al menos dos tercios de la superficie de la tierra está cubierta por agua. Claro, no toda es apta para nuestro consumo. Mucha de esa agua es salada. Otro tanto está atrapado en forma de hielo. Aún así, esto deja disponible alrededor de 13, 500 km3, o 2,300,000 de litros per cápita. Anualmente tenemos una precipitación de 113,000 km3 de agua, de la cual 72,000 km3 se evapora, dejándonos solo 41,000 km3 disponible. De acuerdo con cálculos de las Naciones Unidas, solamente usamos alrededor de 8 % del agua disponible para nuestro consumo.  

¿Cómo es posible que alrededor de un quinto de la población del plantea se encuentre sin agua potable? ¿Cómo es posible que alrededor de un tercio de la población no tenga acceso a un sistema efectivo de saneamiento? Así como la riqueza, esta escasez de agua potable no está uniformemente distribuida alrededor del planeta. En la más pura tradición de Adam Smith podemos preguntarnos, ¿por qué es algunos países tienen escaso acceso mientras que en otros tienen pleno acceso al agua potable?

 

El problema de acceso no es la cantidad disponible de agua sino la falta de desarrollo en países pobres. En promedio, el 99 % de la población en países desarrollados tiene acceso a agua potable. En países en vías de desarrollo es el 79 %, y en países sub-desarrollados está cifra es solo 61 %. Este desabasto relativo de agua potable concentra desproporcionalmente los millones de muertes anuales relacionados con dicha escasez en los países sub-desarrollados. Que, por cierto, el nivel de desarrollo económico está estrechamente relacionado con la expectativa de vida.

 

Como en otros aspectos sociales, la diferencia está en la calidad institucional entre los países. La manera en la que se administra el agua, no la abundancia en la que existe es lo que determina el alcance del servicio de agua potable y saneamiento. Para un 97 % de los países subdesarrollados estos servicios son administrados por proveedores públicos. En el caso de América Latina, con la excepción de Chile, la gran mayoría de estos servicios están en manos de organismos públicos.

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Fuente: Agua de Hermosillo.

La inadecuada administración de este recurso en centros urbanos del subcontinente está asociada con una escasez sistemática y un mal tratamiento del agua que conduce a problemas de higiene y sanidad para casi la mitad de su población, una producción deficiente de productos agrícolas y de ganadería, así como una pérdida generalizada de productividad vinculada con los altos costos de oportunidad asociados con la recolección del agua. ¿Cuál es el problema con la administración pública del agua?

El problema es fundamentalmente la falta de información que pueda dirigir los recursos eficientemente para poder satisfacer la demanda de agua. Por un lado, el control de precios mediante tarifas fijas produce escasez en el suministro del agua. Por el otro, los subsidios fomentan el desperdicio tanto en su producción como en su consumo. Por último, las burocracias carecen de incentivos para prestar atención a dicha información, y hacen caso omiso de estas ineficiencias y desperdicios.

 

Esta manera de operar con pérdidas constantes da pie a la falta de inversión adecuada, no solo en cantidad sino también en calidad, para el mantenimiento y la actualización de las redes de servicios. En Latinoamérica, en promedio, menos del 5 % de las inversiones en infraestructura se han ocupado para el sector del agua. Aunado a problemas de salud, el constante deterioro de las redes de servicio de agua hace más difícil atraer inversiones que promuevan el crecimiento económico en una comunidad.

 

En el caso particular de Hermosillo, la inversión inadecuada en el mantenimiento y la actualización se manifiestan en grandes pérdidas de ingresos y desperdicios de agua. Con una cobertura de aproximadamente 312,454 usuarios en el municipio conectados a la red, solo el 50 % cuenta con un medidor. De estos, solamente la mitad de los medidores sirve. Lo cual nos indica que AGUAH solo está recaudando un 25 % de su ingreso potencial. Por otro lado, existe un problema de derrame significativo, entre un tercio y la mitad del agua que circula por la red de distribución. Pero es imposible saber con toda certeza debido a la falta de medición adecuada en el sistema.

En lo que se refiere a la falta de inversión adecuada para el mantenimiento y la actualización de la red, podemos concluir que existe una porosidad excesiva en el sistema de distribución de agua y el de recaudación de ingresos. El problema fundamental para ambos es la medición –o su ausencia–. A simple vista, la solución consiste en incrementar el porcentaje destinado a la inversión. Pero evidentemente no es algo que la administración pública sea capaz de resolver. Para esto tendríamos que buscar mecanismos de asignación que puedan resolver los problemas de ineficiencias y desperdicios. Necesitamos buscar una manera más eficiente de hacer las cosas.

* Todas las cifras citadas a nivel internacional o Latinoamérica provienen de fuentes oficiales: ONU, Consejo Mundial del Agua, Centro para el control de enfermedades de EE.UU. (CDC por sus siglas en inglés), OMS, y el Banco Mundial.

 

**Las cifras a nivel municipal fueron proporcionadas a grosso modo por una fuente fiable involucrada con AGUAH.

 

*** La postura del autor no reflejan las posturas de la Universidad de Sonora en general, ni del Departamento de Economía en lo particular.

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