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¿Qué dicen los búhos?

TERCER EDICIÓN | 08 SEPTIEMBRE, 2021

La compleja transición hacia un cambio de era

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El sentimiento generalizado ante el confinamiento propiciado por la Covid-19 es la irritación, el aburrimiento, la abulia y el desinterés por ver más allá de lo estrictamente cercano: la sana distancia o la decisión aplicarse alguna de las marcas de las vacunas, no exentas de polémica. No parece advertirse que estamos ante acontecimientos nunca antes observados, ahora sí, se vale decir, inéditos, acompañados de la incertidumbre ante el porvenir que no parece tener puerto de llegada. La rosa de los vientos ha perdido capacidad de dirección.

Dr. Miguel Ángel Vázquez Ruíz

Coordinador del Posgrado en Integración Económica de la Universidad de Sonora.  
Es Doctor en Economía por la Universidad Autónoma de México (UNAM), y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (Nivel II).

Por Miguel Ángel Vázquez Ruíz

Todo indica que asistimos al fin de una era. Ante lo viejo que muere, el mundo se reconfigura de norte a sur, de este a oeste. Estados Unidos pierde espacios que había ganado a partir de la crisis de 1929-32 y la segunda posguerra del siglo veinte, intersticios que está llenando la milenaria China, que ahora reconstruye la ruta de la seda para llegar a cada esquina, a cada rincón del mundo; y lo hace de manera acelerada y sin cortapisas.

 El paradigma dominante, sustentado en la libertad del mercado, ha perdido fuerza en sus ideas. El mundo de hoy ya no podrá organizarse tomando solo en consideración su dinámica de  la competencia, los negocios y las ganancias, por la evolución darwiniana, por el sálvese quien pueda. El escenario de hoy sugiere, o más bien exige, otras estrategias para reinventar la vida: regular los  mercados, pero también guiarlos, cooperación, solidaridad, sustentabilidad, buena vecindad, utopías tal vez difícil de lograr, pero alcanzables cuando lo que está en juego es la preservación de la vida. ¿Exagerado? ¿Acaso no es esa la principal preocupación ante el asecho de la Covid-19, que de ser una amenaza para la gente mayor, ahora ya no respeta edades: ataca a niños, jóvenes y viejos, por igual.

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El mercado ha dejado de tener la sabiduría que se le atribuyó, en el sentido de que todo lo ponía en su lugar. La “mano invisible” de Adam Smith” es una falacia. La realidad del siglo XXI indica que el mercado ya dio lo que podía dar: ha dejado un mundo donde cada vez hay más pobres más pobres y menos ricos más ricos. Como dice Joseph E. Stiglitz: ahora hay que enfrentar “El precio de la desigualdad”. También una naturaleza devastada, océanos llenos de basura, descomposición social y lo que antes eran bienes públicos gratuitos, ahora tienen precio, el mejor ejemplo es el agua.

El nuevo reto es reposicionar el liderazgo del Estado, única institución que de manera racional puede planear haciendo uso de los instrumentos de los que dispone para hacer Política Económica: política fiscal, monetaria, tipo de cambio y comercio exterior y acuerdos con los países y las instituciones del mundo. Para ello se requiere claridad de objetivos y estrategias, honestidad, reglas fijas y claras para convenir con la empresa y la sociedad. Un horizonte con rutas de llagada, claras y viables.

 La nueva tarea para el Estado no es menor. Es colosal. A la urgencia de aplicar medidas contra cíclicas a través del gasto público y la política monetaria, ahora hay que añadirle muchas más: el manejo de la pandemia, los problemas de inseguridad y violencia, la descomposición social, la educación, que ahora enfrenta el reto de superar lo presencial a través de las nuevas tecnologías, en cuyo manejo no son millones los iniciados.

La sociedad discurre hacia una nueva realidad. Más temprano que tarde tendrá que asimilar que el problema no es únicamente el aburrimiento causado por cuatro paredes, un techo y un piso, o tomar distancia ante un enmascarado que no conoce, a quien se ve de reojo con recelo; o que no son suficiente las compras de pánico, haciendo kilométricas filas para abastecer la alacena.

Demasiadas cosas a la vez, para asimilarlas de un solo golpe.  No debería de haber espacio para el hastío, sino para el replanteamiento, la reflexión y la construcción de nuevas formas de convivencia. La suerte está echada, estamos ante acontecimientos que parten la historia. 

 A la realidad de hoy no se le puede eludir desde el hastío, sino enfrentarla desde todas las trincheras. Porque como dijera Ryszard Kapuscinski: “No hay atajos en la historia”. 

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